miércoles, 4 de junio de 2008

De la primera a la cuarta/te tengo que enamorar

La felicidad como estado continuo no tiene sentido.
Es mejor anhelarla y una vez hallada, disfrutarla en dosis suficientemente placenteras y largas como para volver a salir en su búsqueda.

Hedonismo.
Cuando se encauza en el placer como fin supremo, se vienen a llamar hedonismo
Y, para que negarlo, a casi todos nos gustaría ser miembros de ese club. Pero excepto para Alberto Caeiro y algún otro soñador, encontrar esa felicidad sumamente placentera suele estar unida a disfrutes materiales poco propios de sueldos mileuristas.

No dejes que la realidad estropee un sueño.
Pero hay excepciones, seres que saben manejar el asunto de los ceros con maestría, y disfrutar de placeres gastronómicos de alto standing sin renunciar a otros.
Los trucos son cosa de ellos.
Sólo adelanto uno: cocinar en casa, lo que lejos de ser una carga, le añade un plus placentero.

El armario de las galletas.
Una pareja de seres, humanos y hedonistas de la gastronomía, me invitan a pasar unos días en su casa cordobesa, y yo, ilusa de mí, les llevo como obsequio una caja de galletas belgas Jules Destrooper

Agradecidos, la abren, las prueban, sonríen después de darme las gracias efusivamente y reñirme por llevar nada… y las guardan en un armario lleno a rebosar de galletas Cadbury de todas las variedades...

"Las compramos en un supermercado de productos europeos la semana pasada”.
Todo perfecto, si no fuera porque el supermercado en cuestión dista 250 kilómetros de su casa y fueron específicamente a ello…
No compraron sólo las galletas, por supuesto; añadieron al carro de la compra una amplia variedad de quesos -que degusté el viernes por la noche-, humus griego, patés, algas, vinos… Entre estos, un Moscato d'Asti con el que acompañamos el sábado un arroz con navajas y buey de mar, rematado con un brownie casero con helado de dulce de leche.

“De la primera a la cuarta, te tengo que enamorar”. (sevillana)
Para ‘bajarlo’, improvisamos un curso acelerado de sevillanas del que saqué dos sabias lecciones.
La primera, que como casi todos los bailes en pareja, las sevillanas son un cortejo, todo un ritual de gestos, movimientos y cruces en los que no hay que perder nunca la mirada del contrario.

La segunda, que llegué pensando que mi nivel de sevillanas era de 2/10 y resultó ser de -5/10... ¡Mucho arte, niñas, mucho arte!

Algarabía de cierre.
El cierre de la feria fue con juegos artificiales, y el de mi estancia cordobesa, con espuma de melón, wok con algas y setas, y otras delicias gastronómicas.

Voy a apuntarme a la escuala hedonista, aunque sea en el curso de refuerzo...