jueves, 6 de marzo de 2008

Descubrimientos cinematográficos


Descubrimiento 1- Muere Roy Scheider, el jefe de policía de Tiburón, y me hablan de All that jazz (1979). De momento sólo he visto el número final de esta peli cuyo título remite a otra, Chicago (2002), y es apoteósico (adjunto el link).
www.youtube.com/watch?v=bNcl0L7eJUY

Descubrimiento 2- Los acordes de Henry Mancini invaden la redacción desde hace días. Suena Moon river, el tema principal de Breakfast at Tiffany's (1961)y en mi cabeza aparece la imagen final 'made in Hollywood' de la cinta – que poco tiene que ver con el de la novela de Capote–: Audrey Hepburn buscando a Gato. Siguen sonando los temas y pregunto de qué película es uno que no logro identificar. Pertenece a la banda sonora de Once upon a time in America (1984). Me dan datos de la película pero concluyo que no la he visto. “¡¿Cómo puede ser?!”. Y eso mismo es lo que yo me pregunté después de verla el viernes pasado.

lunes, 3 de marzo de 2008

Mi pasión por el cine I



Hace más de una década me contagié de la sana afición de acudir al cine una vez por semana. En Salamanca, a los Van-Dyck; en Madrid, a los de las calles Fuencarral y Luchana. Compensando épocas como verano y navidad, en las que los títulos comerciales invaden la cartelera, y con otras que en las que acudíamos entre semana además del sábado o el domingo, sale una media de tres películas al mes; 36 al año; ¡unos cuatrocientos títulos, de los que por supuesto, no podría nombrar de memoria más de una docena. ¡Por qué no los apuntaría en un cuaderno de esos que se pusieron de moda a mediados de los 90, tipo agendas temáticas: ‘mis pelis favoritas’, ‘mis libros’, ‘mi música’… (Voy a ver si existe una moleskine cinematográfica).


Que no acudiera antes al cine con frecuencia, no quiere decir que no nutriera mi vena cinéfila a través de la televisión. La pasión por los grandes clásicos estadounidenses la comparto con mi padre, con quien me quedaba viendo la tele hasta horas que escandalizarían a los Lunnis, esperando que acabara Casablanca, Gilda, ¡Qué Bello es vivir!, Con faldas y a lo loco… Otras, como Ninotchka, Gran Hotel y El halcón maltés las grababa en vídeo cuando en la 2 de TVE, que por aquella época se llamaba ‘la segunda’, las programaba a media noche o la 1 de la madrugada; mientras que títulos como Vive como quieras y Doce hombres sin piedad los conocí gracias a la madre de mi amigo Michel, que tenía una gran videoteca en VHS.
Me encantaban las mujeres de Lubitcht y Howard Hawks, con esa fuerza, esa seguridad en si mismas, siempre perfectamente vestidas, peinadas y acompasadas… Y guardo un grato recuerdo de las primeras veces en las que vi dos de las versión cinematográficas más conocidas de la obra teatral The front page (Primera plana) tanto la dirigida por Billy Wilder (1974), con Jack Lemmon, Walter Matthau, como de la de Howard Hawks, His girl friday (1940), con Cary Grant y Rosalind Russell.


Pero hay una amplísima época de la historia del cine que es para mí una gran laguna tanto en títulos como en actores: la de las décadas de los 60, 70 y 80.