Una vez cada cuatro años, y en ocasiones, cada menos, el último día del mes del febrero pasa a ser el penúltimo. De pequeñas, una amiga del colegio decía que los que nacieron un 29 de febrero cumplían años cada cuatro. Y una sucesión de incógnitas (¿pasarían de 4º a 8º directamente?, ¿cómo podrían soportar pasar tres años sin fiesta ni regalos de cumpleaños? ¿estarían cuatro años sin crecer y pegarían un gran estirón el día 28 por la noche?) venían por nuestras mentes...
… ¿En qué momento dejamos de hacernos esas preguntas y de repente la respuesta se nos hace clara como el agua?
viernes, 29 de febrero de 2008
Llega antes el 28...
¡Achissss!
Si sumergiera mi antebrazo derecho en un bote de pintura y lo apoyara después en un lienzo en blanco, podría intentar vender el resultado como obra de arte moderno. Unas ampollitas de diferentes tamaños, algunas como una moneda de 2 céntimos, a las que los médicos se refieren con un nombre que empieza por ‘b’ y que no recuerdo, tratan de avisar ‘a quien corresponda’ de que pongan candados al campo para que yo no pueda acceder a él bajo amenaza de rinitis. ¡Las ampollas chivatas no han visto la llave maestra que cuelga de mi llavero!
En el brazo izquierdo, otras de tamaño apenas perceptible, (re)confirman lo ya sabido: que cambie el zumo natural por el de bote, y que retire de mi dieta dos de mis alimentos favoritos: el melón y los frutos secos. La doctora Reig insiste en que comerlos es mucho más peligroso de lo que yo, que nunca he dejado de hacerlo, creo, y logra arrancarme la promesa de que al menos en quince días no los ingiera.
(Supongo que el hecho de que su marido sea periodista y hable con fundamento de la mala vida de este curro contribuye a que congenie con ella hasta ese punto ;)).
jueves, 28 de febrero de 2008
Olas que vienen y después se van
- "¡Hola! ¿Te acuerdas de mí?"
(Te acuerdas de mí)
- "Claro qué me acuerdo de ti"
(Cómo olvidarte)
- "Viajamos juntos por el Universo"
- "Visitamos la Antártida, y París. Observamos el mundo desde lo alto de Montmartre..."
- "... Con la espalda apoyada en la pared del Sacré Coeur..."
- "Y montamos en globo sobre el Serengeti"
(Cómo olvidarte)
- "¿Qué sucedió?"
(¿Qué sucedió?)
- "Se nos agotó el billete de ida"
- "¿Y no pudimos recargarlo?"
(¿Realmente no pudimos?)
Casilda salío del agua, con la ropa empapada. Escurrió su vestido, lo estiró al sol, y volvió a sumergirse en el mar, a nadar plácidamente entre las olas.
miércoles, 27 de febrero de 2008
Kafka en la orilla o la adicción a Murakami
Haruki Murakami crea adicción. De su mano paseas por el borde que separa realidad e irrealidad. Con sus palabras que forman historias, te sumerges en tu interior y recorres recovecos, algunos algo oxidados por falta de visita.
Sus personajes, en ocasiones, hablan por ti, y te arrastran a su trayecto hacia el abismo, pero lo curioso es que los acompañas encantado y sin angustia.
Murakami crea adicción, y propone nuevas lecturas o relecturas y discos que rescatar. No en vano, a además de lector empedernido el escritor japonés fue propietario de un club de jazz, y su pasión por la música, de casi todos los géneros, se nota en sus escritos. (Ahora busco la composición
A la salida del trabajo vuelvo a casa con la (falsa) intención de ir al gimnasio, y mientras mi espíritu desdoblado se desliza en la elíptica (suerte para él que podrá lucir palmito), mi otro yo, del que se refleja la sombra completa en la calle, deja su forma en el sofá, tratando de avanzar hacia el final de
Puede que en el fondo sea lo que deseo, que no acabe nunca, porque sé que cuando lea la última línea y regrese a la dedicatoria de la primera página y relea la contraportada y la breve del descripción sobre el autor en la solapa, echaré de menos a Tamura y a Nakato y la apacibilidad de la biblioteca.
Porque cuando la piedra de entrada se cierre para siempre, no habrá vuelta atrás.
Garrapatero, aquí te espero (...) en el Desván del duende...
Definitivamente, ha llegado la primavera.
Claro que aún puede irse y volver a regresar, pero hay señales que la delatan: ese picor de piel y de nariz, ese moqueo, esa tos tonta. De momento, antes de echar mano de los antihistamínicos, combato los síntomas de la alergia con Las macetas de colores del grupo extremeño El desván del duende.
Camino por la calle con el Ipod a todo volumen, canturreando aquello de 'las faldas de mi niña están colgadas/en la copa de un pino piñonero'.... Y de repente, descubro que entre las 415 canciones que descargué del Itunes de la comuna cacereño-salmantina hay una decena del Desván. Y paso una 'mañana flamenca', moviendo los pies debajo de mi mesa de trabajo.
Para los que no lo conozcan, en la web del grupo www.eldesvandelduende.com pueden escucharse algunos temas
Y a los seguidores y futuros seguidores, seguro que les apetece echarle una vistazo al blog de ese poeta moderno (entendiendo la 'modernez' desde Sabina a nuestros días) http://josemanueldiez.blogspot.com
martes, 26 de febrero de 2008
Charlie Wilson y Cometas en el cielo: Afganistán antes y después
El día después de que se estrenara fui a verla. Le dedicaré otro post más adelante, pero ahora quiero apuntar que lo que sucedió antes de la intervención soviética en Afganistán, y los desastrosos efectos que ésta tuvo en la población y en el desarrollo del país, se puede descubrir en la páginas de Cometas en el cielo. Un título que pronto cobrará notoriedad, cuando se estrene en España la adaptación cinematográfica, y por el que Alberto Iglesias estaba nominado a los Oscar por la composición musical.
Falling Slowly (Oscar Winner 2008 )
Once gana un Oscar a la mejor canción.
Primero agradece el premio Glen Hansard y cuando le cede el turno a Markéta, cortan el sonido y los dos músicos y protagonistas de la cinta se retiran del escenario. Poco después el presentador de la gala sale a pedir disculpas y Marketa tiene la oportunidad de agradecer el premio. Algo inédito en la gala de los Óscar, pero merecido.
El momento está recogio en Youtube, y también la canción.
La primavera ha venido y no sé cómo ha siiiiido!
El segundo es una escena curiosa: una vigilante de la ORA acaba de colocar una multa en un parabrisas cuando la cabeza de una treintañera, con un teléfono en la oreja, aparece por la ventana de un primer piso y chilla "¡No me ponga la muuulta, que estoy bajaaaaaando!". Tan pasmada como yo, pero haciendo acopio de sangre fría y 'galones' ante la osada infractora, la vigilante responde: "Ya te la he puesto". Pero en lo que acaba de decir la frase cambia de opinión y rectifica: "Vale, pero baja ya".
* : Supongo en el ámbito gay pasará lo mismo, pero no me fijo