viernes, 29 de febrero de 2008

¡Achissss!

Si sumergiera mi antebrazo derecho en un bote de pintura y lo apoyara después en un lienzo en blanco, podría intentar vender el resultado como obra de arte moderno. Unas ampollitas de diferentes tamaños, algunas como una moneda de 2 céntimos, a las que los médicos se refieren con un nombre que empieza por ‘b’ y que no recuerdo, tratan de avisar ‘a quien corresponda’ de que pongan candados al campo para que yo no pueda acceder a él bajo amenaza de rinitis. ¡Las ampollas chivatas no han visto la llave maestra que cuelga de mi llavero!

En el brazo izquierdo, otras de tamaño apenas perceptible, (re)confirman lo ya sabido: que cambie el zumo natural por el de bote, y que retire de mi dieta dos de mis alimentos favoritos: el melón y los frutos secos. La doctora Reig insiste en que comerlos es mucho más peligroso de lo que yo, que nunca he dejado de hacerlo, creo, y logra arrancarme la promesa de que al menos en quince días no los ingiera.
(Supongo que el hecho de que su marido sea periodista y hable con fundamento de la mala vida de este curro contribuye a que congenie con ella hasta ese punto ;)).

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